Paquete De Cuatro Libros De Caronte

Descripción

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LOS SUEÑOS DE EDGAR ALLAN POE

Selección, traducción y prólogo de Raquel Castro y Alberto Chimal.

Del gran narrador estadounidense Edgar Allan Poe (1809-1849), puntal del cuento moderno, se ha dicho, escrito y traducido todo. Sus invaluables aportaciones al relato de horro y de detectives han sido ponderadas, estudiadas y sobre todo absorbias por autores de tota laya a lo largo de los casi dos siglos transcurridos desde su muerta temprana y trágia, digna del esíritu gótico-romántico que cultivó con denuedo en su obra y en su vida. ¿Para qué, encontece, añadir un volumen más a la inmensa bibliografía de y sobre el escritor que Julio Cortázar, su traductro canínico a la lengua española, calificó como "capaz de asombrosas concentraciones intelectuales" a pesar del miedo que lo conquistaba citdianamente? Los estupendos narradores mexicanos Raquel Castro y Alberto Chimal, responsables de esta naotlogía, tienen una respuesta precisa: "A un lado de las pesadillas estan los sueños de Poe: historias y viñetas en las que el humor, la ironía y lo grotesco ocupan un sitio central y cuyos efectos son muy diferentes de los de aquellas narraciones más conocidas." Guiados por esta brújula, Castro y Chimal han seleccionado ocho cuentos y una obra de teatro (inédita hasta en nuestro idioma) para dar cuenta de un Edgar Allan Peo poco leído pero más vivo que nunca en esta que es la primera edición hecha en México con una noción de unidad temática. Bienvenidos sean los nuevos y los viejos lectores de este clásico imprescindible.

Incluye:
Charla con una momia (1845)
El Ángel de lo Extraño (1856)
Mellonta tauta (1849)
El sistema del doctor Burea y el profesor Puluma (1856)
La pérdida del aliento (1846)
El diablo en el campanario (1840)
La esfinge (1846)
El poder de las palabras (1845)
Poliziano (1835-1836)

Colección Aqueronte
La colección de cuento de Los Libros de Caronte es bautizada por el que según la mitología griega era uno de los cinco ríos del inframundo y que Platón llegó a identiricar como el segundo río más grande del planeta, rebasdo solo por la masa oceánica. Lo tesis platónica sostenía que el Aqueronte fluía por debajo de la tierra en dirección opuesta al mar. Siempre a contracorriente de las modas literarias al uso, el cuento es un género que sobrevive gracias a sus múltiples afluentes frecuentados por varias generaciones de lectores.

EL NAUFRAGIO DEL ESSEX

Prólogo de Antonio Saborit
Traducción de Isabel Zapata

"La narración de Owen Chase remite al borde del tiempo, a donde rara vez la experiencia humana accede de manera voluntaria y de donde jamás se sala ni intacto ni triunfante", escribe el ensayista, historiador y traductor Antonio Saborit en el informado prólogo de este libro breve aunque intenso que no dejará indiferente al lector interesado por conocer los límites a los que el hombre es capaz de llegar en su lucha por la supervivencia. Publicado originalmente cn 1821 y consolidado por derecho propio como un clásico de la crónica de percances marítimos, el relato de Chase (1797-1869), quien ocupó el puesto de primer oficial a bordo del buque ballenero "Essex" de Nantucket, Massachusetts, es no sólo la fuente primordial de la que Herman Melville (1819-1891) abrevó para dar forma a su obra maestra "Moby Dick" (1851), incromprendida en su época, sino un documento invaluable que sigue estremeciendo por el modo en que registra la ardua batalla ancestral con las fuerzas de la naturaleza, representadas en este caso por un cachalote que el 20 de noviembre de 1820 atacó y hundió el navio donde Chase viajaba por el Pacífico Sur en compañía de una tripulación que sufrió daños irreparables. En "El naufragio del Essex", editado ahora en la tersa traducción al español de la poeta y ensayista Isabel Zapata, se hacen presentes el ánimo aventurero y el espíritu de resistencia frente a la tragedia que nos pone en contacto eon el lado más salvaje de nosotros mismos.

Colección Óbolo
La colección de crónica y documento histórico de Los Libros de Caronte se vincula con la moneda de plata que equivalía a la sexta parte de un dracma. Desde la perespectiva mitológica, el óbolo era el pago que se debía dar a Caronte por transportar las almas de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte y no dejarlas vagando a lo largo de las riberas durante cien años. La crónica cubre la cuota de personajes que deambulan como sombras errantes por la historia para que puedan ocupar finalmente el sitio que les corresponde en la barca de la literatura.

HERLAND de Charlotte Perkins Hilman

Prólogo de Margo Glantz

Fundadora y practicante de un feminismo utópico que la convirtió en figura de referencia para el movimiento que pugna por los derechos de la mujer, la estadounidense Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) comenzó a ganar notoriedad literaria con el lanzamiento de In This Our World (1893), su primer libro de poesía de corte satírico, aunque antes había entregado a la imprenta Art Gems for the Home and Fireside (1888). A partir de entonces inauguró una intensa trayectoria como conferencista sobre asuntos vinculados al papel político y social de la mujer que la llevó a atravesar su país de punta a punta sin descuidar la escritura. Al cabo de fungir por espacio de un año (1894-1895) como editora del semanario The Impress, Perkins Gilman se decidió a crear su propia revista: The Forerunner, de la que se encargó por completo entre 1909 y 1916, produciendo un total de ochenta y seis números en los que dio a conocer buena parte de su trabajo de ficción. Una pieza esencial de dicho trabajo es Herland (1915), novela publicada por entregas que se considera la piedra fundacional de la ciencia ficción feminista que la canadiense Margaret Atwood llevó a una cima de excelencia con El cuento de la criada (1985). A diferencia de Atwood, que diseña una distopía totalitaria, Perkins Gilman plantea en Herland una original “utopía amazónica”, como la llama Margo Glantz en el prólogo a esta edición, en la que tres aventureros escépticos descubren una civilización conformada enteramente por mujeres.

MAXIMILIEN HELLER de Henry Cauvain

Prologo de Élmer Mendoza

Henry Cauvain nació en París en 1847 y murió en Lausana, Suiza, en 1899. Hijo del periodista y abogado Henri-Alexis Cauvain, llegó a desempeñarse como administrador y tesorero general en las ciudades de Annecy y Évreux a la par de dedicarse a la literatura. La primera de las doce novelas que publicaría, Maximilien Heller, apareció en 1871 para convertirlo en uno de los pioneros de la narrativa policiaca tras los pasos de Charles Warren Adams, autor de la que se considera la primera novela de detectives de la historia: El misterio de Notting Hill (1865). Mucho se ha hablado de las similitudes que existen entre los investigadores Maximilien Heller y Sherlock Holmes, cuyo primer caso (Estudio en Escarlata) vio la luz en 1887, dieciséis años después del libro de Cauvain. “Las coincidencias son tan notables —señala José María Guelbenzu— que cabe pensar que [Arthur] Conan Doyle conociera la novela [de Cauvain]; sin embargo, la verdad es que por mucho que fuera así, quien fija el mito es quien lo crea y define en sus características de manera definitiva, y esto corresponde a Conan Doyle.” Como sea, lo cierto es que Maximilien Heller ocupa un sitio de honor en la ya vasta tradición del relato que se adentra en los vericuetos del crimen y el misterio en busca de una solución.

Colección Estigia
La colección de novela de Los Libros de Caronte lleva el nombre del río que constituía el límite entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Es también el nombre de la que según Hesíodo era la más respetada de las oceánides, hija de Océano y Tetis. Cuenta la leyenda que si uno se sumergía en las aguas del Estigia podía alcanzar la invulnerabilidad. Género invulnerable por excelencia, ya que su muerte se ha decretado varias veces sin causarle mella, la novela no deja de hacer gala de una vitalidad envidiable.

Los Libros de Caronte
Cuenta la leyenda que Carón o Caronte era el barquero del inframundo, encargado de transportar las almas de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte para que dejaran de vagar sin rumbo y pudieran dar con el sitio que les correspondía en su nueva existencia. Hijo de Érebo y Nix, dioses primordiales vinculados con la noche y la oscuridad, Caronte hacía honor a la etimología de su nombre (“brillo intenso”) y cumplía su labor no sólo de faro sino de puente entre dos orillas a cambio de un pago: la moneda que los antiguos griegos solían colocar bajo la lengua de los cadáveres antes de darles sepultura. La ausencia de esta moneda implicaba la indiferencia de Caronte, que abandonaba a su suerte al alma deudora durante cien años, al cabo de los cuales accedía a llevarla gratuitamente a la otra ribera del río: su destino final.

En una época como la nuestra, marcada por un vértigo mercadotécnico que privilegia los productos de consumo inmediato e intenta condenar a la literatura perdurable a una sola margen del Aqueronte —la margen, claro, de la que no se regresa—, la figura del barquero mitológico adquiere especial sentido y relevancia si se la relaciona con todos esos escritores fallecidos que ya pagaron su cuota para pasar a la historia y que, sin embargo, aguardan una segunda oportunidad para ser trasladados a la luz de nuevas generaciones de lectores. Los Libros de Caronte buscan convertirse en el vehículo idóneo para que autores de alta calidad y probada trayectoria, sean del universo de la lengua española o de otros idiomas, logren alcanzar al público contemporáneo que merecen y que los merece. Con ediciones cuidadas y accesibles que se preocupan lo mismo por el fondo (contenido literario) que por la forma (diseño y maquetación), y con tres colecciones que engloban otros tantos géneros (Estigia, Aqueronte y Óbolo), Los Libros de Caronte pretenden integrar un catálogo sorprendente que ilumine y recupere títulos que el tiempo y el mercado han ido relegando injustamente a las sombras. A sabiendas de que la buena literatura siempre brillará con intensidad, Los Libros de Caronte guían a los escritores muertos a las manos de quienes los esperaban quizá sin sospecharlo en esa orilla donde leer es otra manera de vivir.

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