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Descripción

SINOPSIS:

Hablar de accidentes de tráfico siempre es doloroso. Y lo es mucho cuando se echa la vista atrás, y se nota la ausencia de aquellos seres queridos que nos dejaron como consecuencia de estos hechos físicos, a los que Miguel López-Muñiz Goñi ha llamado problemas técnicos sin resolver. Y es un caro peaje el que se paga por este fallo del sistema de movilidad. Pero intentar solucionar este viejo problema requiere de un esfuerzo técnico, a la vez que intelectual. En primer lugar se carece de un concepto de seguridad vial. Mucho se habla sobre ella, pero sin tener claro lo que es. Llegado este punto es donde comienzan a aparecer las primeras preguntas: ¿se puede gestionar el sistema viario para que sea seguro sin tener claro que es seguridad vial? Y de forma automática se plantea la segunda interrogante: ¿Se pueden hacer planes de seguridad eficaces sin tener un concepto de que es la seguridad vial y como se consigue? Siguiendo la lógica de la reflexión, las siguientes preguntas salen solas. ¿Se puede ser eficaz sin saber lo que genera la concentración de accidentes? ¿Se pueden solucionar esos puntos sin crear nuevos riesgos? A estas preguntas no se les da respuesta, se actúa de acuerdo con el principio de ensayo error, y asi sucesivamente hasta que, al final, se encuentra algo que realmente parece funcionar. Y esta es la situación. Para tratar de reconducir este estado de cosas resulta esencial definir lo que es seguridad vial, y definirlo desde un enfoque universal. La seguridad vial es una parte de la seguridad, y ésta es uno de los principales indicadores de calidad de vida, por lo que mejorar la seguridad vial mejora directamente la calidad de vida en nuestra comunidad. Es preciso, por tanto, contribuir a una mejor comprensión del concepto de seguridad, huyendo de simples enfoques convencionales desde la ingeniería del tráfico (del vehículo y de la vía) y/o educación de conductores. Pero esta necesidad de conceptualizar la seguridad Vial se debe hacer atendiendo al marco internacional en el que estamos inmersos, afirmando que el sistema de tránsito debe funcionar de forma eficiente y segura, y por lo tanto entendiendo y concibiendo la Seguridad Vial como el estado de bienestar saludable en el libre y autónomo uso de nuestras calles y carreteras. Y es aquí donde aparece el efecto pernicioso, el odiado accidente de tránsito. El accidente de tránsito es una combinación de factores simultáneos y secuenciales sin uno de los cuales el resultado podría no haber ocurrido. Entenderíamos por factor cualquier circunstancia que contribuye a un resultado sin el cual dicho resultado podría no haber sucedido. En este orden de cosas, y entendiendo el accidente de tráfico como consecuencia del llamado efecto domino, se puede llegar, siguiendo a Luis Xumini, a la sazón vicepresidente de la Asociación Española de Accidentología Vial, a una definición de seguridad vial activa o funcional, entendida como la que se da cuando se asegura el equilibrio de la posición y el movimiento de los cuerpos en el sistema viario. Esta, en ocasiones, es difícil de conseguir, por lo que necesitamos de una seguridad vial pasiva o paliativa, actuando sobre las condiciones materiales y funcionales de los elementos dinámicos y estáticos que configuran y actúan en el sistema viario, minimizando la inacción de la energía a niveles de supervivencia. En el tema que ahora nos ocupa, la investigación de hechos de tránsito, consiste en esclarecer la relación material de causa a efecto ajustándose a los fundamentos, principios, paradigmas y métodos científicos aplicables al estudio del sistema viario y a sus fenómenos mecánicos violentos (Accidentología Vial). Según esto, y desde la óptica de la Seguridad Vial (que ahora tenemos definida), nos interesa conocer los factores que confluyen en un accidente. Es preciso recopilar información, realizar un análisis de esa información, proponer medidas, aplicar esas medidas, y evaluar el impacto positivo o negativo de las mismas. Este es el sentido de la investigación de accidentes. Tampoco debemos olvidar la función de auxilio a la justicia de la investigación de estos sucesos, pero no debemos caer en el error de confundirlas, o sublimar una en detrimento de la otra, tal y como ocurre en determinados momentos, en la que la investigación de accidentes se centra en la búsqueda del culpable, para luego, desde esa óptica de culpabilidad, alimentar las estadísticas oficiales de causas de los accidentes. O a la tendencia opuesta, donde la investigación se reduce a un mero cuestionario con pura finalidad estadística. Es preciso establecer una metodología de investigación eficaz del riesgo y la seguridad en nuestras calles y carreteras, y para ello es preciso gestionar y explotar adecuadamente la información obtenida de los accidentes de tránsito, no sólo de aquéllos cuyo resultado sea especialmente grave, sino de todas las situaciones de riesgo. Es más importante saber dónde tropezamos, que donde caemos, y actualmente contamos con herramientas tecnológicas, suficientemente probadas, que nos permiten realizar esta función, sin necesidad de recurrir a extraños experimentos con gaseosa. Esta metodología de trabajo, que implicaría protocolos de actuación en los escenarios de accidentes de tráfico, también contribuiría a un mejor auxilio de la justicia. Actualmente la investigación de accidentes en el escenario del siniestro es la cenicienta de la investigación. Se la pretende descafeinar, denominándola toma de datos, para pasar directamente de la susodicha toma de datos a la reconstrucción, algunas veces virtual, del accidente. Esta tendencia implica un abandono formativo de los profesionales encargados de esta función, que se pretende cubrir con mecanismos pseudo-automáticos de determinación de la forma y causa de cómo ocurre un accidente, mediante un sistema de jerarquización de eventos que en algunos casos incluso parece chocar de lleno contra el sentido común. Eso si, luego con modernos programas informáticos se reconstruye el accidente, con lo que la investigación queda completamente desterrada. La obra que ahora tiene el lector entre sus manos sin duda alguna contribuye a echar luz a una ciencia necesitada de ella. Y lo hace con metodología, sin olvidar los principios básicos de la investigación, al estilo clásico, sin dejarse influenciar por los cantos de sirena de aquellos que pretender hacer de abanderados de las nuevas tecnologías, renegando de los principios básicos de la investigación. Los avances tecnológicos son increíblemente rápidos, pero todos ellos tienen su base en la ciencia, y su aplicación correcta también se debe basar en ella. Una buena investigación en el escenario de un hecho de tránsito permitirá conocer con detalle lo que allí ocurrió, dando respuesta a las clásicas preguntas de donde, cuando, quien, como, y por qué. Un buen conocimiento de los fundamentos de la investigación permitirá inferir conclusiones, que se reforzaran con una adecuada justificación de los indicios. El manejo adecuado de las herramientas científicas permitirá justificar adecuadamente las conclusiones finales, y por lo tanto realizar una reconstrucción que refleje de forma fiel lo realmente ocurrido. Encomiable esfuerzo el realizado por Juan Martín H. Mota, que nos permite disponer de una herramienta tremendamente válida para la investigación, pero que no olvida la necesidad de contribuir al conocimiento general de la siniestralidad para su prevención, contribuyendo así a la mejora de nuestra calidad de vida.

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