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Características principales

Título del libro
La pintura mural de la revolución mexicana. Pellicer y Carrillo. 1989
Autor
Carlos Pellicer y Rafael Carrillo Azpeitia
Idioma
Español
Editorial del libro
Fondo Editorial de la Plástica Mexicana
Edición del libro
Cuarta
Tapa del libro
Dura
Con índice
Año de publicación
1989

Otras características

Cantidad de páginas
316
Altura
47 cm
Ancho
34.5 cm
Peso
5 kg
Material de la tapa del libro
Cartoné
Género del libro
Arte,Artes Plásticas
Subgéneros del libro
Arte mexicano,Muralismo,Muralismo mexicano,Pintura mural mexicana
Tipo de narración
Ensayo
Tamaño del libro
Grande
Edad mínima recomendada
3 años
Edad máxima recomendada
99 años
ISBN
9686658033

Descripción

Título: La Pintura Mural de la Revolución Mexicana
Autor: Pellicer Carlos y Carrillo Azpeitia Rafael
Editorial: Fondo Editorial de la Plástica Mexicana
Año: 1989
País: México
Idioma: Español
Características: Cuarta edición
Encuadernación: Pasta dura
Medidas: 47 cm X 34.5 cm
Páginas: 316
Peso: 5000 grs.
Estado de conservación: Usado

Nota: El libro se encuentra en muy buenas condiciones.

Reseña:
Representa la pintura mural de México. Imágenes sobresalientes; también buen texto. Su tamaño permite mostrar mejores detalles de las obras.

Se ha dicho que el muralismo mexicano es un “indigenismo” en la pintura. No lo es, pero sí contiene una fuerte influencia de estética indígena prehispánica y en cierto modo es su continuación, varios siglos después y en una sociedad completamente distinta.
Con el siglo XX se inicia en México, una vida nueva. Se ponen a debate, en el terreno de las ideas y de las armas, los viejos y los nuevos problemas de la nacionalidad: la tenencia y la explotación de la tierra, los derechos de los trabajadores fabriles, el dominio sobre los grandes recursos naturales, la educación de las mayorías, la formación cultural de México.
En las artes plásticas, el tono dramático, alto y limpio de la Revolución fue anunciado con elocuencia excepcional por un artista del pueblo que conquistó gloria perdurable con su obra singular: el grabador José Guadalupe Posada.

La pintura mural venía gestándose en la actividad artística de México desde principios de siglo; pero fue la Revolución Mexicana, en el momento de su victoria, al convertirse en régimen de gobierno, la que hizo posible el surgimiento y el esplendor de esa expresión artística.
Hay en esta pintura mural mexicana una indudable y vigorosa aportación de la cultura y el arte de Occidente. Los fundadores del muralismo mexicano –sus ideólogos como el Dr. Atl y sus más famosos realizadores- habían estudiado a fondo la inspiración, los estilos, las técnicas, las escuelas del extranjero. Su cultura era básicamente occidental. Si embargo, no puede ni debe considerarse que la pintura mural mexicana sea una simple prolongación d quede la pintura mural de Occidente. Se trata de un hecho cultural nuevo, con su propia formación histórica y con su particular carácter estético.



Sobre el autor:
Carlos Pellicer Cámara (San Juan Bautista, Villahermosa, Tabasco, 16 de enero de 1897-Ciudad de México; 16 de febrero de 1977) fue un escritor, poeta, museógrafo y político mexicano, quien fuera senador por Tabasco desde el 1 de septiembre de 1976 hasta el día de su muerte.
Rafael Carrillo Azpéitia nació en Ortiz, Sonora un 23 de agosto de 1903. Radicado en la Ciudad de México, se sumó siendo muy joven a las filas del movimiento obrero y sindical. En 1920 ingresó a la Federación de Jóvenes Comunistas y participó en las tareas de organización del congreso constitutivo de la Confederación General de Trabajadores (CGT) en febrero de 1921, la cual adhirió a la Internacional Sindical Roja. Expulsado junto con la facción roja de la CGT por la mayoría libertaria, se abocó a la organización del sindicalismo inquilinario en 1922. A principios de 1923 viajó a Moscú al lado de Úrsulo Galván para asistir al Primer Congreso de la Internacional Campesina. Carrillo aprovechó su estancia en Moscú para participar como delegado en el Congreso de la Internacional Juvenil Comunista. Frente al levantamiento de Adolfo de la Huerta, participó en los batallones y brigadas campesinas que dirigían Galván y Manuel Almanza. Cayó preso en manos de los huertistas. En febrero de 1924, tras su liberación, viajó a la Ciudad de México y en el mes de abril asumió la dirección del Partido Comunista de México (PCM), cargo que desempeñó hasta junio de 1929, cuando se inició una nueva fase bolchevización bajo conducción estalinista. Integrado al Buró del Caribe, salió muchas veces fuera del país. En 1935 fue deportado de Cuba, corrían los nuevos aires del Frente Popular. En 1939 se unió a Lombardo Toledano y en diciembre de 1940 rompió con el PCM. Dirigió la revista Futuro desde 1944. Fungió como secretario general de la Universidad Obrera de México de 1946 a 1953, de la que Fernández Anaya había sido director en 1938 (Martínez Nateras, 2018). En 1948 asistió a la fundación del Partido Popular. Seis años más tarde rompió con el lombardismo. En 1960 ingresó al PRI, donde permanecería hasta su deceso en 1994.

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