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Características del producto

Características principales

Título del libro
Don Carlos (portada puede variar)
Autor
Federico Schiller
Idioma
Español
Editorial del libro
PORRUA
Edición del libro
1999
Color de la portada
Multicolor
Tapa del libro
Blanda
Tamaño de la letra
Estándar
Con índice
No
Año de publicación
1999

Otras características

Cantidad de páginas
234
Altura
1 cm
Ancho
1 cm
Peso
340 g
Material de la tapa del libro
Papel/cartón
Con páginas para colorear
No
Con realidad aumentada
No
Género del libro
Literatura
Subgéneros del libro
Literatura
Tipo de narración
Literatura
Tamaño del libro
Mediano
Colección del libro
Sepan Cuantos
Accesorios incluidos
No
Edad mínima recomendada
2 años
Edad máxima recomendada
99 años
Escrito en imprenta mayúscula
No
Cantidad de libros por set
1
ISBN
9789684329362

Descripción

El duque de Rivas dio ejemplo de esta preocupación escenográfica, al constituirse en la cabeza del Romanticismo histórico-nacional en España. En la jornada primera de su Don Álvaro plantea todo el aparato: la escena representa la entrada del antiguo puente de barcas de Triana, que estará prácticamente a la derecha; en primer término al mismo lado un aguaducho, o barraca de tablas y lonas, con un letrero que diga: Agua de Tomares; dentro habrá un mostrador rústico con cuatro grandes cántaros, macetas de flores, vasos, un anafre con una cafetera de hoja de lata, y una bandeja con azucarillos; delante del aguaducho habrá bancos de pinos; al fondo se descubrirá de lejos parte del arrabal de Triana, la huerta de Los Remedios con sus altos cipreses, el río y varios barcos en él, con flámulas y gallardetes; a la izquierda se verá en lontananza la Alameda...y todavía advierte: el cielo demostrará el ponerse el sol en una tarde de julio. ¿No es acaso la naturaleza en todo su apogeo? ¿No se siente como si los personajes vinieran a ser otros elementos de ella? Es el triunfo del paisaje, el sentimiento del cuadro. Además de la naturaleza en libertad -observa Díaz- el paisaje ofrece al romántico otra capital posibilidad: la de ser la circunstancia de su yo; constituir una aureola de su egocentrismo; la de que todo paisaje sea una proyección de la espiritualidad del poeta. He aquí por qué el romántico escoge su paisaje. El romántico necesita un paisaje en el que una atmósfera imponderable sirva de espejo a su tortura constante. Por ello su paisaje no es nunca un paisaje escueto: sobre él, alrededor de él, hay algo que el ojo no ve, pero que el corazón no puede dejar de adivinar: la tristeza, el misterio, la melancolía. La naturaleza se erige, pues, para el romántico como el mejor ejemplo de libertad, y lo que de mayor significación, ejemplo también de soledad.

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