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Por la vastedad de su obra y la crítica tan profunda que hace de la sociedad mexicana, Rafael Solana llamó a Luis Spota “el Balzac mexicano”, recuerda Jaime Labastida, director de Siglo XXI, editorial que reeditará La costumbre del poder, la serie de novelas políticas de Spota que tuvieron una gran aceptación en el momento de su publicación, con tirajes de más de 100 mil ejemplares, pero que no habían visto nuevos lanzamientos. Así, Retrato hablado (1975), Palabras mayores (1975), Sobre la marcha (1976), El primer día (1977), El rostro del sueño (1979) y La víspera del trueno (1980) se comenzarán a publicar a partir de abril con las dos primeras hasta completar la citada serie que se presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en octubre, en un relanzamiento, a decir de Labastida, de un autor fundamental de nuestras letras y un amigo. “Aunque déjeme aclararle que yo no edito por amistad”.

Luis Spota es un caso raro de las letras mexicanas. Autodidacta, inició de chamaco en las redacciones de publicaciones más bien modestas hasta que, en 1943, a los 17 años, ingresó a Excélsior, donde dos años después se hizo cargo de Últimas Noticias, siempre bajo la tutela de Manuel Becerra Acosta.

Su salida de la redacción de El Periódico de la Vida Nacional supuso su ingreso a la función pública, entre otros cargos, en la Comisión de Box y Lucha Libre cuando dio inicio el sexenio del presidente Miguel Alemán (de 1946 a 1952), y puso en órbita una producción novelesca intensa y fascinante. Por lo demás, Spota no le dio tregua al periodismo. Se diría que tuvo tres grandes frentes que combinó en su día con día hasta el final de su existencia. En todos dejó huella. Aunque publicó un par de libros, en 1947, con El coronel fue echado al mar, Spota inició una extensa carrera que contó con el reconocimiento de los lectores, pero también con el silencio de los “especialistas”.

“Yo le puedo decir que, en general, entre los intelectuales, entre los escritores, había, pues, digamos, una especie de rechazo a la obra de Luis”, refiere Labastida. “Me tocó el caso, no voy a mencionar los nombres, de dos o tres escritores que me decían de manera sotto voce: ‘Acabo de leer esta novela de Luis y sabes qué, me gustó mucho’. Pero no lo decían en público ni menos aún lo escribían. Entonces, es un caso extraño de un hombre que recibe la hostilidad de los escritores profesionales y la gran aceptación del público por sus valores literarios. ‘Es que escribe best-sellers’, decían. Como si los escribiera como máquina”, señala Labastida. “La técnica de escritura de Luis era muy depurada. Escribía primero un esquema, luego escribía la novela de 400-500 páginas, y empezaba un trabajo de decantación minucioso, pormenorizado, hasta dejarla tal como él la quería, trabajando mañana, tarde y noche. Era un hombre de un trabajo incansable. No escribía con rapidez, al contrario de lo que la gente suponía. Los escritores profesionales a veces suponían que Luis escribía las novelas con mucha rapidez. No, era todo lo contrario. Escribía con una letra muy menuda, a mano, y después Elda (Peralta, su viuda) la transcribía a máquina. Sobre esa transcripción él volvía a trabajar. Finalmente había una depuración que era el trabajo terminado”, recuerda el director de Siglo XXI.

“Spota fue un fenómeno”, apunta, por su parte, el escritor Hernán Lara Zavala. “Yo creo que pese a que no lo quería la mafia mexicana, finalmente escribió muchas novelas muy decorosas y, sobre todo, sabía inyectar un gran espíritu a sus historias. Como narrador tenía garra. Poseía potencia narrativa. Hay un detalle: Spota era un gran narrador, pero los que lo impugnaban eran más intelectuales que narradores”, refiere Lara Zavala, que también es profesor de la UNAM.

Sobre Spota, en La literatura mexicana del Siglo XX, de José Luis Martínez y Christopher Domínguez Michael, se lee: “La perspicacia del periodista, la soltura y rapidez de estilo, la agudeza para observar personajes y ambientes y la propensión amarillista, fueron las claves y los riesgos de las numerosas novelas de Luis Spota (1925-1985). En ellas se exhibe un vasto repertorio de la sociedad posrevolucionaria, del sexenio alemanista al echeverrista: braceros, obreros, marinos, líderes, estrellas de cine, toreros, guerrilleros, intelectuales, periodistas, marginados, la nueva burguesía, la matanza del 68, las campañas y sucesiones presidenciales y, sobre todo, políticos de muchos niveles. De El coronel fue echado al mar (1947) a las seis novelas de la serie La costumbre del poder (1975-1980) concluida con La víspera del trueno —extraña novela en la que, ante la corrupción e ineficiencia que corroen al país imaginario que describe, anuncia el autor la toma del poder por los militares—, Spota escribió cerca de 30 novelas y contó con un público que superaba con mucho al de sus colegas novelistas. Muchas de sus obras se tradujeron a otras lenguas. Su éxito y su condición de autor profesional de best-sellers fue visto con reserva por la crítica”.

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