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Características del producto

Características principales

Título del libro
Politica y crimen
Autor
Joaquin Bochaca
Idioma
Español
Editorial del libro
Indeleble

Otras características

Peso
130 g
Género del libro
Política
Tipo de narración
Manual
Edad mínima recomendada
0 años
Edad máxima recomendada
80 años

Descripción

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Peso 130gr.
Pags 68
Pasta blanda

Resulta curioso que, en una época como la actual, en que tanta afición parece haber por las encuestas y los sondeos de opinión, no se haya realizado, todavía, ninguna sobre la opinión que al público le merece la Política y los políticos en general. Por supuesto, cuando hablo de Política no me refiero a lo que es, en otras palabras, "arte de lo posible", "ciencia de realidades" y "actividad con relación al poder, y todo ello, evidentemente, orientado al bien común de la colectividad a cuyo frente se encuentran los políticos, sino a lo que practican la apabullante mayoría de individuos que se encuentran al frente de las principales naciones del Planeta. Esto -lo que se practica- es llamado política, de modo que tal es para el ciudadano medio, sujeto de las encuestas. Y si éstas se realizaran, sin pretender hacer de profetas, podríamos decir que, en un porcentaje apabullante, la gran mayoría de ciudadanos opinaría que la Política es un muladar y los políticos unos jabalís domesticados.

Quienes nos interesamos por el tema político -aunque sin hacer política, en el sentido actual de la palabra- sabemos que el Poder, objeto de la Política, no es ejercitado por los actores que aparecen en el escenario, sino por los guionistas que han escrito la obra y, tras estos, por los propietarios del teatro que pagan los servicios de éstos. Al fin y al cabo, tal dijeron Disraeli, Rathenau, Roosevelt, y otros personajes orfebres en la materia.

La realidad no tiene nada que ver con lo que nos cuentan los manuales de Historia. Hay Fuerzas que, actuando por medio de la presión ejercitada por los actores que el público cándido toma por personajes independientes, influyen -más aún, determinan- la acción. Pero, a menudo, ocurre que los actores se creen que, más que interpretar un papel, lo están viviendo. Y toman, o pretenden tomar, iniciativas personales, fuera del programa. Entonces, es cuando los empresarios del teatro deben llamarles al orden. Y como la Política -parafraseando a Clausewitz- es la continuación de la guerra por otros medios, y en la guerra, como en el amor, se dice que todo vale, que todos los medios son lícitos, entonces ocurre que esas llamadas al orden revisten unos caracteres que el ingenuo hombre de la calle no se imaginaría nunca. El está dispuesto a creer que la Política es una actividad básicamente -si no intrínsecamente- sucia, y los políticos unos hombres venales con las manos sucias de lodo, pero difícilmente creerá, salvo en casos aislados y extremos, que aquélla, en la práctica diaria, es intrínsecamente complicada y secreta, casi esotérica, y las manos de éstos están sucias, no sólo de lodo, sino a menudo, de sangre. Esto, además, dejando a salvo que quienes las gentes toman por ejecutantes de la Política no son más que meros ejecutivos.

Que la Política tiene amplias conexiones con el crimen sólo se admite, a título de excepción, es decir, de anécdota, cuando ocurre un atentado contra una figura pública. Cuando los periódicos hablan de ello y de la manera en que hablan de ello. No se cree -empieza por no saberse- que la concomitancia Política-Crimen es, en nuestra época y en las actuales circunstancias, tan fatal e irremediable como la relación lluvia- humedad.

Por supuesto, cuando empleamos el término "Crimen", lo hacemos en su acepción etimológica, la que nos da el Diccionario, es decir, "delito grave” siendo delito infracción" de la ley". Que la vida política mundial, en los últimos setenta años, está unida al crimen como una hermana siamesa a la otra, es un hecho innegable, y a la vez decisivo.

Una gran parte de la llamada Opinión Pública Mundial pareció quedar muy sorprendida cuando, hacia el año 1976, se empezaron a airear ciertos casos de asesinatos políticos. La causa principal

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