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Descripción

Hermosa escultura en bronce con incrustaciones de Shiva Nataraja

Shiva Nataraja, el señor de la danza, consolida en una sola imagen muchos significados de la tradición hindú. Este es tal vez el más rico y elegante símbolo del hinduismo.
Dios es el bailarín cósmico. Nataraja representa lo divino, porque en la danza el ser creado es inseparable de su creador. De manera similar, universo y el alma no pueden ser separados de Dios.

Shiva Nataraja, el Señor de la Danza, aparece suspendido en perfecto equilibrio. Él danza la creación cósmica dentro de un círculo de fuego, que representa la conciencia.
La danza de Shiva es el movimiento de la creación, la preservación y la disolución, es el impulso sin fin de Dios que tiene lugar dentro de cada uno de nosotros y dentro de cada átomo del universo, por siempre en vibración. Todos estamos danzando con Shiva en este mismo momento y Él con nosotros.

Shiva también simboliza la quietud y el movimiento forjados juntos. La quietud habla de la paz y el equilibrio en el interior de todo, en el centro. El movimiento intenso representado por su cabello ondeando en todas las direcciones, muestra la furia y vigor que llenan el universo. El baile y el bailarín son uno solo.

Es Shiva mismo quien crea, trasciende y concluye al tiempo. Shiva Nataraja danza dentro del estado de trascendencia sin tiempo.
Su sonrisa indica una transcendencia imperturbable

En medio de su danza agitada su expresión serena y calma, en perfecta estabilidad como el inmóvil agente de movimiento.
Su aro derecho es masculino y el izquierdo femenino, juntos simbolizan el hecho de que Shiva trasciende a ambos.
Su tercer ojo es el ojo de fuego y simboliza elevada percepción, extendiéndose a través del pasado, del presente y del futuro.
En sus cabellos largos y desatendidos bucles como de los ascetas están:
La serpiente representando el ciclo de los años, una calavera simbolizando el poder de destrucción; la luna creciente del quinto día, simbolizando su poder creativo; y la Diosa Ganges, el río más sagrado de la India, símbolo de la gracia que desciende.

La mano derecha de atrás sostiene un tambor damaru, símbolo de la creación, que comienza con sonido del om.
La mano derecha de adelante está levantada en el gesto de Abhaya mudra, “no temas”, simbolo de preservación y protección.
Su mano izquierda sostiene una llama ardiente, el Dios fuego Agni, simbolizando su poder de destrucción por el cual el universo es reabsorbido al final de cada ciclo de creación, sólo para ser recreado de nuevo.

Shiva danza sobre una figura conocida como apasmara, “olvidadizo o desatento”, que representa el alma ligada por la ilusión de la dualidad, fuente de separación de Dios.

Su cuerpo está untado con ceniza sagrada símbolo de pureza.
La serpiente adorna su cuerpo, símbolo de kundalini, la fuerza espiritual latente dentro del hombre enrollada en la base de la espina dorsal. Elevada a través de el yoga.
Shiva viste una piel de tigre, símbolo del poder de la naturaleza.
Rodeando la cintura se observa el Yajnopavita o Cordón Sagrado (cordón de iniciación) del cual se ha despojado (ya que el mismo debe ser usado sobre el pecho) para demostrar que no existen las castas.

El arco de fuego en el cual Siva danza es el Hall de la Conciencia, es el vestíbulo de la conciencia, es la cámara central del universo físico. Nataraja danza el universo dentro.
El pedestal de loto simboliza manifestación. De esta base emana el cosmos.

El simbolismo de Shiva Nataraja es religión, arte y ciencia fusionados en uno. La eterna danza de Dios de creación, preservación, destrucción y gracia sostiene un entendimiento oculto y profundo de nuestro universo. Para algunos filósofos hindúes, esta representación de la deidad es la más clara imagen de la actividad de Dios.
Shiva, el dios hindú de la destrucción es también conocido como Nataraja, el Señor de los bailarines (en sánscrito, Nata significa danza y Raja significa Señor).

Hay una interesante leyenda detrás de la concepción de Shiva como Nataraja. En un denso bosque en el sur de la India, habitaba una multitud de sabios heréticos. Hasta allí fue Shiva, para refutar sus actos, acompañado de Vishnu, disfrazado de hermosa mujer. Los sabios, en un principio, llegaron a violentos conflictos entre ellos, pero su enojo fue pronto en contra de Shiva, y se esforzaron para acabar con él por medio de conjuros. Un tigre feroz fue creado de entre fuegos de sacrificio, que se abalanzó sobre él, pero sonriendo suavemente, se apoderó de él y, con la uña del dedo meñique, se despojó de su piel, y se lo envolvió sobre sí mismo como un paño de seda. Más enojados aún por el fracaso, los sabios continuaron con sus conjuros, y produjeron una serpiente monstruosa que, sin embargo Shiva incautó y envolvió alrededor de su cuello como una guirnalda. Entonces empezó a bailar, pero entonces lanzaron sobre él un monstruo en forma de enano maligno. Sobre él el dios apoyó la punta de su pie, y rompió el lomo del animal, de modo que se retorcía en el suelo, y así, su postrado enemigo, Shiva reanuda su danza.

Para entender el concepto de Nataraja tenemos que entender la idea de la danza misma. Como el yoga, la danza induce al trance, al éxtasis y a la experiencia de lo divino. En la India, consecuentemente, la danza ha florecido al lado de la austeridad terrible de las diversas ramificaciones del acto de la meditación (el ayuno, la introversión absoluta, etc.). Shiva, por lo tanto, el archi-yogi de los dioses, es también, necesariamente, el maestro de la danza.

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